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El sacerdote Francisco Bibolini nació en La Spezia, en 1827. Siendo joven llegó a América, y se estableció un tiempo en Paraguay, de donde huyó para evitar las coacciones a las que lo sometía el régimen del mariscal López. En 1854 llegó a Buenos Aires, y después de permanecer un año en la ciudad, fue a radicarse al Fortín Mulitas, pequeño caserío que dio origen al pueblo de 25 de Mayo, en la provincia de Buenos Aires, adonde llegó como primer cura vicario de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario. (...) escribía versos que se popularizaron por lo pintoresco de su construcción y contenido; utilizaba el seudónimo de El Pampeano, y muchos diarios y revistas le dieron espacio. (...) El 'Cura Pampeano', como se lo llamaba cariñosamente, fue amigo y admirador del General Mitre, a quien acompañó en algunas campañas por el sur colonizando y catequizando aborígenes, y a quien dedicó varias estrofas, que se conservan en el Museo de Luján. (...)”.
María Cristina Maradeo es la autora de Don Francisco Bibolini De la Liguria a la Pampa. En esa obra, ella afirma: “En Francisco Bibolini, amante y defensor de la vida, amigo de los libros y la gente, no podía estar ausente la poesía. Sus versos eran sencillísimos, nunca logró desprenderse del todo del dialecto genovés, pero sintiéndose hombre de la pampa, ya que firmaba sus obras con el seudónimo de ‘El Pampero’. Sus versos eran una especie de sano testimonio, a veces ingenuo, casi infantil, de los sucesos de la vida en Veinticinco de Mayo. (...) Inventor de una métrica especial, a la que denomina ‘pampeana’, plasmando muchos versos en sus famosos bastones cantantes, que no eran otra cosa que gruesos y nudosos garrotes, enormes, toscos, grabados a punta de cuchillo, escritos con una caligrafía y sintaxis particularísimas. En el Museo de Luján se encuentra uno que obsequiara al General Mitre, con motivo de la reconciliación poética entre los crudos (alsinistas) y los cocidos (mitristas)”.
María Cristina Maradeo es la autora de Don Francisco Bibolini De la Liguria a la Pampa. En esa obra, ella afirma: “En Francisco Bibolini, amante y defensor de la vida, amigo de los libros y la gente, no podía estar ausente la poesía. Sus versos eran sencillísimos, nunca logró desprenderse del todo del dialecto genovés, pero sintiéndose hombre de la pampa, ya que firmaba sus obras con el seudónimo de ‘El Pampero’. Sus versos eran una especie de sano testimonio, a veces ingenuo, casi infantil, de los sucesos de la vida en Veinticinco de Mayo. (...) Inventor de una métrica especial, a la que denomina ‘pampeana’, plasmando muchos versos en sus famosos bastones cantantes, que no eran otra cosa que gruesos y nudosos garrotes, enormes, toscos, grabados a punta de cuchillo, escritos con una caligrafía y sintaxis particularísimas. En el Museo de Luján se encuentra uno que obsequiara al General Mitre, con motivo de la reconciliación poética entre los crudos (alsinistas) y los cocidos (mitristas)”.